Las viejas jaulas de canto descansan impolutas en los estantes, atestiguan el acontecer anual. Contenedoras de nuestra evolución, de partituras: intermedia, continuidad, discontinuidad, de sentimientos: emociones, ilusiones, desencantos. Todo en su interior a buen recaudo, en transformación perseverante. En la memoria, tras sus barrotes, la historia contenida de nuestros criaderos. Metamorfosis.
Nos han visto progresar y evolucionar optimistamente a la llegada de cada otoño. Y esperanzarnos con cada inquilino que, momentáneamente, las convertían en cajitas musicales, escenarios de tantos aparatos fonadores.
Y al ir convirtiéndonos con el pasar del tiempo en aficionados/criadores han ido reconociendo año a año nuestras partituras innatas y espontáneas, reflejos de nuestro estilo de entender la canaricultura de canto. Basada en una cría consecuente, a través de la cual se persigue la homogeneidad. Para ello, importa y mucho, lo que hay detrás de cada ejemplar, pedigree, genotipo, salud, carácter, canción.
Las jaulas dieron cobijo escuchando pacientemente a aquellos primeros machos, ahora le seguirán la pista a sus hijos frutos de la selección y de trabajos consanguíneos. Ellas, las jaulas, nos han acompañado por amplios territorios musicales, cantidad de concursos, actos y celebraciones, de los cuales hemos ido disfrutando a lo largo de su existencia, desde los más elitistas hasta los mas populares y familiares.
Por eso son unas jaulas profundamente plurales. Por eso por sus comederos fluye la avenencia y la tolerancia, eternas compañeras del paso del tiempo. Su lealtad es directamente proporcional a las artes técnicas/sociales de cada criador. En su interior la partitura natural está acorde con la belleza de la música que guarda: metáfora de concertistas artesanos que nos han ido regalando maravillosas audiciones, perfeccionamiento musical, lo mejor de sus criaderos. Por eso las jaulas están vivas y muy presentes en nuestra historia, aunque en muchas ocasiones no reparamos en ello. Pero ahí están. Como siempre, aguardando. A nuestro lado.
Escuchar y recordar.
El silencio ahora detenido, pausado, antesala del nuevo otoño que vendrá. Un año más será vivo y vivido, melódico.
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